Curiosidades del Malbec

La variedad Malbec llegó a la Argentina de la mano del francés Michel Aimé Pouget, un agrónomo contratado por Domingo Faustino Sarmiento para llevar adelante la dirección de la Quinta Agronómica de Mendoza, cuyo proyecto de creación se presentó ante la Legislatura provincial el 17 de abril de 1853, fecha que dio origen al “Día Mundial del Malbec”.

A fines del siglo XIX y de la mano de los inmigrantes italianos y franceses, la vitivinicultura argentina creció exponencialmente y con ésta, el malbec, que se adaptó rápidamente a los diversos terruños y se desarrolló, incluso, mejor que en su región de origen.

¿De dónde proviene? Según el ampelógrafo Pierre Galet, sus orígenes estarían en Borgoña y luego fue propagado en el Valle del Loira durante el Renacimiento. En Burdeos, representó hasta el 80% de los viñedos de Blaye y Bourg antes de la plaga de la filoxera en el siglo XIX. La necesidad de portainjertos le ha causado mucho daño: se ha vuelto muy susceptible a la pudrición y demasiado productivo. Hoy es indispensable en Cahors y recomendado en muchos departamentos del sudoeste y Languedoc. En 2009, un equipo de investigadores de Montpellier y la Universidad de Davis probó que el Malbec es el resultado de un cruce natural entre Prunelard (una antigua cepa de Tarn) y Magdeleine Noire de Charentes. Proviene de la familia de cepas Cotoides, un grupo de variedades de uva del suroeste de Francia. Sus primos son Tannat y Merlot. Miren la coincidencia: estas tres cepas, que provienen de la misma zona y son parientes cercanos, ahora son vecinas en el continente sudamericano: Argentina con Malbec, Chile principalmente con Merlot y Uruguay con Tannat.

¿Sabías cómo se llama? Malbec es su apodo más conocido, pero en realidad tiene varios. Debe ser la cepa con más nombres y apodos en el mundo. Otros nombres son: Bergerac, Pécharmant, Montravel, Côtes-de-Duras, Côtes-du-Marmandais, Buzet, Brulhois, Coteaux du Quercy, Pressac en la región de Libourne, Planta de Cahors o Planta del Roy. El nombre Malbec proviene de Burdeos, pues fue introducido en la zona por un viticultor de origen húngaro de apellido Malbeck. El reinado de esta cepa es Cahors. Allí la llaman Auxerrois, que podría ser una deformación del nombre de Haute-Serre, una zona muy próxima a Cahors. En esta apelación constituye al menos el 70% de la mezcla de sus vinos, que se pueden complementar con Merlot y/o Tannat. En Loire, en cambio, al Malbec lo llaman Côt o Côt Rouge. Algunas viñas prefieren utilizar este nombre en sus etiquetas para diferenciarse de la oferta argentina.

No sólo Mendoza: Hoy el Malbec, sin duda, es la cepa emblemática de Argentina, pero también la podemos encontrar en otras partes del mundo, como Chile, Estados Unidos (California y Washington), México, Okanagan (Canadá), Australia, Nueva Zelanda e Italia.  En Francia, sin embargo, todavía sigue siendo una variedad muy importante. Según algunas crónicas de la época, en siglo XVIII, los “vinos negros” de Cahors le conferían un poco más de cuerpo a las mezclas bordelesas, que tradicionalmente se han elaborado con Cabernet Sauvignon, Merlot y Cabernet Franc, incluso con Carmenère hasta que prácticamente desapareciera con la plaga de la filoxera. En Cahors, donde aún es protagonista, muestra su cara más colorida y una considerable carga tánica.

En el viñedo: Según la literatura, es una cepa de madurez tardía. Es necesario esperarla durante la temporada para evitar los aromas demasiado herbáceos y vegetales, que a veces producen cierto amargor durante el proceso de vinificación. Es una cepa vigorosa y sensible, por lo tanto, requiere ser plantada en alta densidad y con un portainjerto débil para que no produzca demasiada fruta. De lo contrario, su carácter se diluye y pierde su atractiva personalidad. Al Malbec no le gusta la humedad. Prefiere los suelos de piedra caliza o grava. Adora las alturas. En las planicies, las uvas luchan para conservar la acidez, perdiendo, en ocasiones, su gran sabor, balance y potencial de guarda. Las áreas de alta elevación, con su amplio diferencial de temperatura entre el día y la noche, permiten que las uvas conserven su frescura y tensión, como los grandes vinos cordilleranos de Mendoza o especialmente de Salta, donde existen viñedos sobre los 3.000 de altura.

En la copa: El Malbec, con una producción bien controlada, ofrece vinos muy intensos de color violeta (a menudo reconocibles solo por la vista), perfumados y ricos en taninos. Estas características son adecuadas para el envejecimiento en cubas o barricas por largos años. En muchas partes del mundo es utilizado como componente de mezcla, pues aporta color y suavidad, notas de frutos negros, flores e interesantes toques minerales y terrosos. En Mendoza, tradicionalmente, los vinos son muy concentrados y de taninos maduros, con una fruta dulce y un estilo de vinificación con una madera a veces demasiado predominante. Sin embargo, con las nuevas plantaciones en altura y la filosofía de las nuevas generaciones de enólogos, hoy podemos encontrar muchos vinos con cuerpos más ligeros y elegantes, colmados de notas de violetas.